domingo, 2 de febrero de 2014

México no polemiza. Réplica a Sebastián Pineda

“Mi muy querido, admirado y respetado señor [Pineda]:
No sin antes esperar que se encuentre bien y Dios lo tenga de su lado, comento, con mi débil pluma, su artículo publicado hace unos días en” Motivos de Proteo, Pacheco: Morirás "polemizando", a propósito de la muerte de lo que usted llama un “narrador menor”, pero un “poeta mayor”.

En principio he de aclarar, ya que me menciona, que en mi tesis no he dicho que la Revolución fuera un producto de las polémicas modernistas. Los modernistas polemizaron acaso para abrir el campo cultural de la época que estaba bajo el control absoluto de Rosendo Pineda –que quizás ejerció la misma dictadura intelectual que ahora ejercen ciertas instituciones culturales–. Para el historiador Charles Hale resulta claro que el conflicto armado de 1910 fue producto de una larga lucha discursiva sobre la construcción de leyes, instituciones y políticas culturales basadas en el liberalismo. Ya Justo Sierra advertía que la dictadura –incluso intelectual– era necesaria para evitar el anarquismo, y por tanto, la revolución y la caída económica del país. Por anarquismo se entiende cualquier clase de confrontación. ¿Acaso tenía razón? ¿Acaso no fue la Revolución un ejemplo de confrontación anárquica? Quizás es lo mismo que teme Tovar y de Teresa en un país lleno de confrontaciones anárquicas. Lo último que le faltaría es que las élites intelectuales comenzaran a polemizar y a dividirse. Pero, ¿cree usted que las élites ahora dejarán de polemizar sólo porque Sierra o Tovar lo consideran “adecuado”? ¿No cree usted que la cortesía cultivada en realidad sólo esconde la polémica pero ésta sigue estando? Los modernistas mexicanos a finales del siglo XIX no polemizaron directamente para erigir su discurso sobre el hegemónico –acaso el único ejemplo de polémica directa contra las políticas culturales de Rosendo Pineda fueron a través de El País, periódico de fugas vida debido al recorte de apoyos por parte del gobierno–. Entre las estrategias que utilizaron para debatir estos letrados se encontraba la ironía –recurso retórico que conlleva a la perfecta argumentación: de manera desapercibida devalúa un discurso para implantar otro–, quizás otro recurso sea la demostración de la tesis contraria de los que llevan la voz cantante. Que por cierto, la “corrección política” nada tiene que ver con la izquierda, o con una actitud izquierdista. ¿No fue Tovar y de Teresa el que insistió en que no debía de polemizarse?

Me parece mi apreciable crítico que no ha tenido a bien leer cuidadosamente a José Emilio Pacheco –que a propósito de Morirás lejos, la recomendación y la insistencia de que lo leyera fue mía, si no mal recuerdo le insistí por más de un año que leyera esa novela–. Acaso Pacheco cuando crea el laberinto narrativo característico de esta novela está polemizando con lo que en ese momento se consideraba “estructura narrativa”. ¿Y no le parece que hay una alusión a El laberinto de la soledad? ¿No le parece que Pacheco está poniendo “patas arriba” el mundo mexicano –y germano– al mostrar los procesos de cautiverio intelectual que tienen los sistemas sociales y gubernamentales? ¿No le parece que la no identidad de eme muestra la falta de individualidad de los mexicanos, o de todo aquél que ha vivido en un estado absolutista? 

Creo, señor, que no ha leído cuidadosamente esta novela. Se ha dejado engañar por Pacheco –quien como todo buen pensador, según Schopenhauer, tendería una trampa haciendo pasar lo exterior, el discurso inmediato, por lo esencial–, no ha profundizado en el crisol alquímico al que invita Morirás lejos.

Que Pacheco no polemizó... “Vamos a ver”. En el prólogo a la Antología poética del modernismo Pacheco explica de manera directa la actitud polemista de estos “poetas renovadores” demostrando la poca viabilidad de los comentarios hechos por Octavio Paz. Claro, no menciona al premio Nobel mexicano –por lo que algunos académicos lo han acusado de plagio–. Me parece que no es plagio sino un recursos para polemizar sin tirarse encima a ciertos grupos de poder cultural.

Usted lleva razón al decir que en México no se escribe sin miedo, pero tampoco se hace con esperanza. Incluso se hace por medio de mecanismos velados –pero efectivos– que los que están acostumbrados a las bombas, al drama y a los edificios desmoronándose no pueden percibir. Acaso les hace falta desarrollar más capacidades de lectura a los que no ven en la ironía una forma de polemizar. El miedo y la esperanza dice usted citando a Spinosa son los mecanismos de la servidumbre, ¿le parece que las élites intelectuales mexicanas no se dan cuenta de eso? ¿No logró encontrar una referencia directa a Spinosa en Morirás lejos, de manera clara en la página 66 de la edición de 1984? ¿No le parece esto un gesto interesante? ¿Acaso usted no ha leído los trabajos de la Fundación Juan Rulfo? Si se atreve a revisarlos verá que su labor intelectual está basada en la polémica directa e indirecta. Pero volviendo a Pacheco y a Schopenhauer. Para el filósofo romántico no había mejor demostración de inteligencia y cultura que la formación del espacio simbólico creado por la ironía, por la crítica velada, y no por la directa que podía resultar burda y vulgar si no se aprende a hacer. Para este filósofo, pues, hacer pasar por pequeño e inocuo un talante, para derribar desde lo alto, es la única forma efectiva de devaluar el discurso hegemónico. Pacheco tuvo la intención de hacer esto, ¿no le parece? ¿Cuántos niños de preparatoria tras leer Las batallas en el desierto no han comenzado a criticar el sistema educativo, la actitud mojigata de una sociedad laica y, ante todo, el absolutismo gubernamental? ¿Y no es en los niños, en el proceso de educación, en el que se tiene que enseñar a pensar? ¿Acaso considera que Pacheco por alcanzar las mentes jóvenes –que muy pocos pueden hacerlo– ha fracasado en su narrativa y por eso es “menor”? Por eso le insistí, mi respetadísimo y honorable señor, que leyera Morirás lejos. En esta novela, de una narración complicada e intrincada, sumamente culta, el autor critica no sólo un sistema nacional, sino mundial, basado en la anulación del individuo. Quizás la revelación más angustiaste sea comprobar en este texto que el individuo al cobrar forma termina por ser “anulado definitivamente” por estar bajo la mira, por causar polémica, por salirse del ambiente nebuloso de las instituciones protectoras.

Sin más, espero que esté en gracia del Altísimo, y espero que su amabilidad y falta de cortesía tenga a bien responderme mi humilde e insignificante réplica.

Siempre su admiradora y servil sierva.


Dianeia